Manel Ferrero

Capítulo IV: de Caen a Jerusalén.
La gente  en Caen estaba muy excitada. El  pueblo estaba  lleno de vida y de actividad. Me di cuenta de que las personas se preparaban para una larga peregrinación. Las palabras del Papa Urbano se habían extendido por toda la cristiandad. Había prometido ganancias espirituales y materiales para todos aquellos que se unieran al ejército que iba a  liberar del dominio de los musulmanes  la sagrada ciudad de Jerusalén y la Tierra Santa. Caballeros, monjes, campesinos, incluso mujeres y niños formaron un gran ejército. Como no éramos  ricos y no teníamos nada que perder, acudimos  a la llamada de un noble, Roberto de Normandía, y nos pusimos en marcha hacia Jerusalén.
Durante los meses que estuvimos en viaje tuvimos cubiertas todas nuestras, bien porque nos ayudaban las pers
onas que íbamos encontrando en pueblos y ciudades, bien porque robábamos gallinas, cerdos y otros bienes en nombre de Dios. Un año después de salir de Normandía llegamos a la ciudad de Constantinopla, una ciudad impresionante, con palacios, iglesias y todo tipo de edificios de la época romana. Allí nos encontramos con otras  personas que se dirigían  a Jerusalén con el  valiente Pedro, el Ermitaño de Amiens.
Durante nuestro largo viaje a Tierra Santa, mi esposa aprendió muchas cosas  sobre la curación de heridas  y  sobre la forma de tratar enfermedades,  tanto físicas como mentales. Tuvo un profesor muy bueno, uno de los monjes benedictinos que habían viajado con nosotros desde Caen a Jerusalén.
No estoy orgulloso de lo que hice durante ese tiempo y me gustaría olvidar todas las batallas que tuvimos con los  turcos y todo lo que vi antes del asedio de Jerusalén. Matamos a los musulmanes en cada ciudad o pueblo en los que nos alojamos. En invierno nos alimentamos  con carne humana después de habernos  comido a los caballos, a los perros, etc. Por último, a finales de la primavera de 1099, estábamos frente  las murallas de Jerusalén. Unos días más tarde, utilizando la madera de los barcos genoveses, hicimos algunas torres de asedio y atacamos la Ciudad Santa. ¡Dios nos perdone! Matamos  a casi todos los habitantes, a los musulmanes, a los judíos, incluso los cristianos que vivían en Jerusalén. Durante varios días, la sangre nos cubrió los pies al caminar por las calles.



4 comentarios:

  1. Manel tienes que hacer el trabajo mejor y si no tienes ordenador pide a alguien que te lo deje hacer. (Ariadna)

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  2. Manel, te ha costado ponerlo, pero lo has echo bastante bien, ya que has puesto tres imágenes, me ha gustado bastante (Raquel Latorre)

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  3. Peró Manel, si puedes se original y no me copies les fotos... -Raquel Latorre-

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  4. En mi opinión deberias poner alguna cosa más que fotos por lo demás lo encuentro muy bien.
    -Isabel López-

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